"Decir las cosas puedes no decirlas y hasta parece que así has dejado de
pensarlas, pero no, las piensas igual o más, te andan por dentro
arañando, cavando surcos, y quién sabe si no dañarán al bazo o al
páncreas esos surcos".
C. Martín Gaite
.
martes, 5 de agosto de 2014
miércoles, 18 de junio de 2014
El viejo y el mar
Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía
ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días
había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin
haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo
estaba definitiva y rematadamente salado, lo cual era la peor forma de
la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en
otro bote que cogió tres buenos peces la primera semana.
Entristecía
al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y
siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el
arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos
de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.
El
viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte
posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel
que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus
mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante
abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación
de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.
Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos…
E. Hemingway
viernes, 30 de mayo de 2014
Así no
"Que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire,
que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que
pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos
abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar,
privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la
explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se
encuentra la salvación del mundo… Y, metidos en esto, que se privatice
también la puta que los parió a todos”.
"La privatización" (José Saramago)
miércoles, 2 de abril de 2014
Otro abril
No es verdad que el tiempo tarda en transcurrir cuando la vida no nos
interesa. La propia monotonía y la falta de relieves lo despedaza; es
decir, lo unifica, lo convierte en una dimensión sin metas ni puntos de
partida. [...] Así iba envejeciendo yo,
contando los años como si fueran horas y los lustros como si fueran
años. Hasta las Navidades se sucedían unas tras otras igual que si
entre cada una de ellas no mediaran trescientos sesenta y cinco días
completos. También las estaciones volaban. Tanto que, a menudo,
cuando pensaba en alguna de ellas , no sabía precisar si ya se había
cumplido o si estaba aún por llegar. [...]
Vistos en perspectiva, no parece que sean los grandes acontecimientos los que han contribuido a los cambios ópticos o a la transformación de nuestros esquemas. Son las circunstancias pequeñas; esos procesos rezagados que tanto se relacionan con los comportamientos ajenos, las miradas furtivas, las displicencias inesperadas ... Problemente la humanidad entera está enferma de ese tipo de procesos.
M. Salisachs.
Vistos en perspectiva, no parece que sean los grandes acontecimientos los que han contribuido a los cambios ópticos o a la transformación de nuestros esquemas. Son las circunstancias pequeñas; esos procesos rezagados que tanto se relacionan con los comportamientos ajenos, las miradas furtivas, las displicencias inesperadas ... Problemente la humanidad entera está enferma de ese tipo de procesos.
M. Salisachs.
martes, 18 de marzo de 2014
Fújur
«“Me gustaría saber”,
se dijo, “qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente,
dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de
pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay
personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas
posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o
ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay
que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué
modo.”
Y de pronto sintió que
el momento era casi solemne.
Se sentó derecho, cogió
el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer.
M. Ende
La historia interminable.
sábado, 1 de marzo de 2014
Antes es siempre tarde
My hands are of your colour, but I shame to wear a heart so white.
Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco.
Macbeth
W. Shakespeare
Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco.
Macbeth
W. Shakespeare
jueves, 20 de febrero de 2014
También son para invierno
Don Luis.-Desde luego. Eso ya estaba hablado. Cuando apruebes, tienes bicicleta. Es el acuerdo a que llegamos ¿no?
Luis.-Sí, pero yo no me había dado cuenta de lo del verano. Las bicicletas son para el verano.
Don Luis.-Y los aprobados son para la primavera.
Luis.-Pero estos exámenes han sido políticos.
Don Luis.-¿Ah, sí?
Luis.-Claro; todo el mundo lo sabe.
F. Fernán-Gómez
Las bicletas son para el verano
Luis.-Sí, pero yo no me había dado cuenta de lo del verano. Las bicicletas son para el verano.
Don Luis.-Y los aprobados son para la primavera.
Luis.-Pero estos exámenes han sido políticos.
Don Luis.-¿Ah, sí?
Luis.-Claro; todo el mundo lo sabe.
F. Fernán-Gómez
Las bicletas son para el verano
martes, 4 de febrero de 2014
LIBERTAD
Llamó mi atención, perdida por las flores de la vereda, un
pajarillo lleno de luz, que, sobre el húmedo prado verde, abría
sin cesar su preso vuelo policromo. Nos acercamos despacio, yo delante,
Platero detrás. Había por allí un bebedero umbrío,
y unos muchachos traidores le tenían puesto una red a los pájaros.
El triste reclamillo se levantaba hasta su pena, llamando, sin querer, a
sus hermanos del cielo.
La mañana era clara, pura, traspasada de azul. Caía del pinar
vecino un leve concierto de trinos exaltados, que venía y se alejaba,
sin irse, en el manso y áureo viento marero que ondulaba las copas.
¡Pobre concierto inocente, tan cerca del mal corazón!
Monté en Platero, y, obligándolo con las piernas, subimos,
en un agudo trote, al pinar. En llegando bajo la sombría cúpula
frondosa, batí palmas, canté, grité. Platero, contagiado,
rebuznaba una vez y otra, rudamente. Y los ecos respondían, hondos
y sonoros, como en el fondo de un gran pozo. Los pájaros se fueron
a otro pinar, cantando.
Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos violentos, rozaba
su cabezota peluda contra mi corazón, dándome las gracias,
hasta lastimarme el pecho.
Platero y yo
J.R. Jiménez.
domingo, 26 de enero de 2014
Separaba la vida en cajitas
[Ella] recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños y las guarda en cajas. En caja roja guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia. A veces [ella] abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.
E. Galeano, Mujeres.
E. Galeano, Mujeres.
jueves, 9 de enero de 2014
Paraíso inhabitado
Ya no solo jugábamos con el teatro. De entre las muchas cosas envidiables que se podían encontrar en aquel cuarto de juegos tan abigarrado, sobresalía una considerable cantidad de libros de cuentos. Algunos
en francés, pero la mayoría en español. Yo tenía en casa muchos libros,
pero casi todos estaban más que releídos. Últimamente, con la ausencia
de papá, que era quien escribía a los Reyes Magos, o me los regalaba por
Navidad o por mi santo (y a veces sin festejo alguno de por medio), ya
muy raramente me llegaban. Leer fue una de las cosas que más me unió a
Gavrila.
A
menudo nos echábamos en el suelo, boca abajo, compartiendo un mismo
libro y un mismo trocito de alfombra. Tácitamente elegíamos siempre el
mismo tramo, con los mismos dibujos y colores, una mezcla de rombos y círculos azul y marrón. Con los días, llegó a ser un territorio propio, una especie de refugio-cabaña en algún bosque, donde se entraba para trasladarnos a espacios solo visibles a través de sus palabras, de donde se salía para reincorporarse al mundo exterior. Yo veía aquel trocito
de alfombra como puerta, cerradura y llave de un país solo nuestro. Se
abría al entrar, se cerraba al salir. Un secreto tan íntimo que ni
siquiera se podía nombrar en silencio, con el libro abierto y
compartido. Si
era un libro francés y contenía frases que yo, todavía, no entendía
bien, él las traducía, con su peculiar pronunciación de erres rotundas,
que no eran precisamente las suaves y casi guturales erres francesas. Un día le pregunté:
-¿Por qué dices así la erre?
-Porque soy ruso.
Y
al decirlo levantó la cabeza, casi desafiante. Me pareció una razón
bastante buena, aunque sin comprender muy bien por qué. Todo lo que él
decía, a pesar de que a primera vista me pareciese más allá de cuanto
hasta entonces sucedía o había escuchado en mi entorno habitual, acababa
siendo razonable y, sobre todo, verdadero. Mucho más verdadero que las aplastantes «verdades como puños» con que solían apabullarme tanto en Saint Maur como en casa.
A.M. Matute
Suscribirse a:
Entradas (Atom)