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domingo, 10 de abril de 2016

Instrucciones para salvar el mundo

La Humanidad se divide entre aquellos que disfrutan metiéndose en el cama por las noches y aquellos a quienes les desasosiega irse a dormir. Los primeros consideran que sus lechos son nidos protectores, mientras que los segundos sienten que la desnudez del duermevela es un peligro. Para unos, el momento de acostarse supone la suspensión de las preocupaciones; a los otros, por el contrario, las tinieblas les provoca un alboroto de pensamientos dañinos y, por si ellos fuera, dormirían de día, como los vampiros. 

(Rosa Montero)

jueves, 12 de febrero de 2015

Reunir el material






La elección de la lana tiene unas posibilidades de vértigo: las oleadas de colores y texturas tientan con visiones de un jersey o un gorro (y de todos los cumplidos adicionales que esperas recibir), pero no revelan el duro trabajo requerido. Lo más importante es la paciencia y la atención a los detalles. También la buena disposición. El hecho de que suponga un desafío mantiene el interés, pero no elijas una muestra que esté fuera de tus posibilidades. Escoge siempre el mejor hilo que puedas permitirte y utiliza el tipo de aguja con el que tus manos se sientan más cómodas; yo siempre uso agujas de bambú. Incluso ahora me sigue pareciendo increíble que reuniendo una serie de cosas heterogéneas -el hilo suave, las agujas puntiagudas, las instrucciones, el ganchillo para pulir la labor, los elementos intangibles de la creatividad, la humanidad y la imaginación- puedas crear algo que contendrá un [trocito] de tu alma. Pero sí puedes.


K. Jacobs
El club de los viernes 

martes, 5 de agosto de 2014

Nubosidad variable

"Decir las cosas puedes no decirlas y hasta parece que así has dejado de pensarlas, pero no, las piensas igual o más, te andan por dentro arañando, cavando surcos, y quién sabe si no dañarán al bazo o al páncreas esos surcos".

C. Martín Gaite

miércoles, 18 de junio de 2014

El viejo y el mar

Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salado, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que cogió tres buenos peces la primera semana.

Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.

El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.

Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.

Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos…
E. Hemingway
 
 
 

viernes, 30 de mayo de 2014

Así no

"Que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatí­cense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí­ se encuentra la salvación del mundo… Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos”. 

"La privatización" (José Saramago)

miércoles, 2 de abril de 2014

Otro abril

No es verdad que el tiempo tarda en transcurrir cuando la vida no nos interesa. La propia monotonía y la falta de relieves lo despedaza; es decir, lo unifica, lo convierte en una dimensión sin metas ni puntos de partida. [...] Así iba envejeciendo yo, contando los años como si fueran horas y los lustros como si fueran años. Hasta las Navidades se sucedían unas tras otras igual que si entre cada una de ellas no mediaran trescientos sesenta y cinco días completos. También las estaciones volaban. Tanto que, a menudo, cuando pensaba en alguna de ellas , no sabía precisar si ya se había cumplido o si estaba aún por llegar. [...]

Vistos en perspectiva, no parece que sean los grandes acontecimientos los que han contribuido a los cambios ópticos o a la transformación de nuestros esquemas. Son las circunstancias pequeñas; esos procesos rezagados que tanto se relacionan con los comportamientos ajenos, las miradas furtivas, las displicencias inesperadas ... Problemente la humanidad entera está enferma de ese tipo de procesos.

M. Salisachs. 

martes, 18 de marzo de 2014

Fújur

«“Me gustaría saber”, se dijo, “qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.”

Y de pronto sintió que el momento era casi solemne.

Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer. 
 
M. Ende
La historia interminable.