“-Mochuelo, ¿es posible que si cae una estrella de ésas no llegue nunca al fondo?
Daniel, el Mochuelo, miró a su amigo, sin comprenderle.
-No sé lo que me quieres decir – respondió.
El Moñigo luchaba con su deficiencia de expresión. Accionó repetidamente con las manos, y, al fin, dijo:
-Las estrellas están en el aire, ¿no es eso?
-Eso.
-Y la Tierra está en el aire como otra estrella, ¿verdad? – añadió.
-Sí; al menos eso dice el maestro.
-Bueno, pues es lo que te digo. Si una estrella se cae y no choca con
la Tierra ni con otra estrella, ¿no llega nunca al fondo? ¿Es que ese
aire que las rodea no se acaba nunca?
Daniel, el Mochuelo, se quedó
pensativo un instante. Empezaba a dominarle también a él un indefinible
desasosiego cósmico. La voz surgió de su garganta indecisa y aguda como
un lamento.
-Moñigo.
-¿Qué?
-No me hagas esas preguntas; me mareo.
-¿Te mareas o te asustas?
-Puede que las dos cosas – admitió.
Rió, entrecortadamente, el Moñigo.
-Voy a decirte una cosa –dijo luego.
-¿Qué?
-También a mí me dan miedo las estrellas y todas esas cosas que no se
abarcan o no se acaban nunca. Pero no se lo digas a nadie, ¿oyes? Por
nada del mundo.
El Camino. (otra vez).
Miguel Delibes. (grande).
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