La canica gira entre mis dedos en el fondo del bolsillo. Es mi preferida,
nunca me separo de ella. Y lo bueno es que es la más fea de todas, no se parece
en nada a las de ágata, o a las grandes canicas metálicas que suelo mirar en el
escaparate de la tienda del tío Ruben, en la esquina de la calle Ramey; es una
canica de barro, con el barniz medio saltado. Por eso tiene asperezas en la
superficie, y dibujos, parece el planisferio de la clase en pequeño.
Me gusta mucho, es bonito tener la Tierra en el bolsillo, las montañas, los
mares, todo bien guardado.
Soy un gigante, y llevo encima todos los planetas. —Bueno, ¿tiras o qué?
Un sac de billes
Joseph Joffo
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