.

.
...

viernes, 9 de agosto de 2013

Los aires difíciles

" Mientras informaba a sus compañeros de lo que había ocurrido, mientras se vestía tan rápido como podía, mientras se bebía un café que todavía estaba hirviendo sin haber revuelto bien el azúcar depositado en el fondo de la taza, mientras pisaba el acelerador de su coche para remontar la rampa del aparcamiento subterráneo del hospital, J. Olmedo trataba de desplazar todos los cadáveres que poblaban su memoria con el recuerdo de todos los accidentados que habían logrado sobrevivir ante sus ojos. Se aferraba a cada cama de hospital, a cada ejercicio de recuperación, a cada lágrima furtiva, a cada sonrisa consciente, a cada jarrón con flores, como a la única palanca capaz de hacer saltar por los aires otras tantas imágenes de cuerpos sin piernas, sin brazos, sin ojos, sin cabeza, sin verdadero cuerpo, todos los despojos privados de vida cuya muerte había visto certificar o había tenido que certificar él mismo. Nunca había estado sometido a una presión semejante, nunca se había sentido tan fuera de sí, nunca recordaba haber tenido tanto miedo como entonces. Necesitaba gritar, maldecir al cielo, machacarse los nudillos contra el salpicadero, arañarse la cara, pero se estaba quieto, y conducía con toda la prudencia que era capaz de simultanear con la máxima velocidad que desarrollaba el motor del coche, y con toda la fe que podía improvisar. "

Almudena Grandes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario