"Nada se entrega tanto ni tan cabalmente como las palabras. Uno las pronuncia y al instante se desprende de ellas y las deja en posesión, o mejor dicho en usufructo, de quien se las ha escuchado. Ése puede suscribirlas, para empezar, lo cual ya no es grato porque en cierto sentido se las adueña; o rebatirlas, que no lo es tampoco; pero sobre todo puede transmitirlas a su vez ilimitadamente, citando las fuentes o haciéndolas suyas según le convenga, según su decencia o según quiera perdernos y delatarnos, depende de las circunstancias; y no sólo eso, también puede adornarlas, mejorarlas o empeorarlas, tergiversarlas, sesgarlas, sacarlas de contexto, cambiarlas de tono, desplazarles el énfasis y así darles un sentido distinto y hasta fácilmente contrario del que tuvieron en nuetros labios, o cuando las concebimos. Y por supuesto repetirlas con absoluta exactitud, verbatim. Eso era lo más temido durante la Guerra, por eso muchos procuraron hablar sólo, con medias palabras, de forma metafórica o nebulosa, con voluntarias imprecisiones o en lenguajes secretos directamente. Muchos aprendieron a decir sin decir, y se acostrumbraron a ello."
Tu rostro mañana
J.M
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